29 ago 2014

Ya quisiéramos ser como él

Quedan escasas horas para que el mercado de fichajes cierre en Europa y las compra-ventas de pánico no se dejan de dar, propiciado en parte por equipos que durante la pretemporada y el inicio de sus ligas decidieron dar una última oportunidad a aquellos jugadores con los que ya no estaban contando. Y en ese grupo podemos encontrar a Javier Hernández, nuestro Chicharito.

Javier ha estado en los rumores de diversos equipos que buscan cerrar filas en su ataque, siendo alabado por ese su oportunismo tan característico, que le ha llevado a ser comparado con los mejores top killers del área en Europa. Su calidad, por lo menos del otro lado del charco, no se pone en tela de juicio.

El problema es cuando miramos los diversos blogs y foros de discusión de Hispanoamérica (uno de ellos la página de Facebook de este honorable blog), donde las opiniones son muy diversas aunque hay una clara división entre sus defensores y aquellos aficionados que no ven en él más que un petardo digno de la banca de cualquier equipo, o pronto objetivo del América, Tigres o Monterrey, típicos repatriadores de nuestros paisanos que se aventuran a dar el salto de fe.

Su servidor no gusta de estar en ningún bando, más bien prefiere esperar partido a partido y ver todo de forma global para emitir un juicio, lo cual es lo más sano porque de esta forma se tiene objetividad, cosa que escasea entre los “conocedores” del futbol mexicano y sus productos. Y ese juicio global me dice que Javier no es malo, tampoco es excelente, simplemente es un jugador que rebasa la calidad media que tiene el típico jugador exportado a Europa, un elemento al que, cuando se le otorga confianza y minutos, te rinde de manera satisfactoria.

Aún así, esto no es lo más importante de todo. Lo importante es que desde que Javier fue anunciado como refuerzo del Manchester United, ha mostrado una actitud ganadora que pocos jugadores mexicanos habían mostrado antes, y ese fue el parteaguas para que hubiese un cambio de mentalidad definitivo en el producto de exportación que hemos dado al mundo en los últimos años, cambio que comenzó con la llegada de Menotti y que se quedó estancado durante mucho tiempo.

Lo que ésto nos reditúa es que el jugador mexicano de hoy, ese joven que se anima a querer medirse ante y con los mejores, no va a probar suerte, va a mejorarla, va a someterse a un proceso de crecimiento convencido de que tarde o temprano se obtendrán resultados basados en el trabajo duro y el constante esfuerzo, y si no ahí están Diego Reyes y Carlitos, que aunque nos guste o no, se ha consolidado en un solo lugar donde se le quiere y respeta, aunque sus decisiones no nos convenzan.

Ojalá que así de exigentes como lo somos con aquellos que se esfuerzan para regalarnos 90 minutos de entretenimiento pudiésemos serlo con nosotros mismos, bajo las mismas cantidades de presión y trabajo. Tal vez seriamos una potencia en cualquier aspecto, no solo en mentar madres al primer resultado.

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